Existe el mito de que no es bueno hacer terapia durante el embarazo. Se basa en la creencia de que, cuando estamos embarazadas, todo debe ser color de rosa, siempre tenemos que sentirnos felices, y si algo nos entristece, pues mejor evitarlo. No hay que nombrarlo, ni pensar en ello, ¡hacer de cuenta que no existe!
Esto es muy representativo de nuestra cultura, en donde preferimos evitar temas “oscuros”, como el dolor, la pérdida, la muerte, etc.
Sin embargo, el embarazo puede ser un excelente momento para trabajar en terapia ¿Por qué? Porque suele suceder que en este momento se nos remueven temas que tenemos pendientes: una muerte perinatal, la relación con nuestra madre o con nuestro padre, vivencias de la infancia, puntos álgidos de la relación de pareja, situaciones de abuso, de violencia, entre muchos otros.
Puede ser que vuelvan recuerdos que pensábamos olvidados, puede ser que renazcan viejos dolores. A veces tenemos más facilidad para recordar, y a veces también tenemos más facilidad para perdonar.
¿Cuándo es un buen momento para empezar terapia? Eso depende de cada persona y de cada situación particular. Lo importante es saber que, si sientes la necesidad de hablar y de sanar ciertos temas, el embarazo no es un impedimento, ¡al contrario! Si sientes el llamado, puede ser un excelente momento de sacarle un poco de peso a tu mochila.