La identidad como un caleidoscopio

La identidad como un caleidoscopio

Solemos pensar que nuestra identidad no cambia. Sin embargo, la identidad no es algo estático, sino que va cambiando como un caleidoscopio. A cada momento, con cada experiencia, a medida que va creciendo tu hijo e incluso con cada nuevo embarazo, este proceso sigue abierto y tu identidad se sigue enriqueciendo y transformando.



Si no nos permitimos fluir con ese cambio, nos encontramos con una identidad cristalizada, congelada. Así, nos vemos encerradas en eso que creemos que somos y en eso que los demás esperan de nosotras (y lo que nosotras mismas esperamos de nosotras). Por eso digo que nos “identificamos” con esa identidad, y de ella no podemos salir.

A veces nos cuesta darnos cuenta cuánto pesan las expectativas de los demás sobre quiénes somos, sobre qué nos atrevemos a hacer y sobre quién nos atrevemos a SER.



Cuando nos convertimos en madres, este nuevo rol ya nos llega cargado de esas expectativas de los demás. Las personas que me rodean (desde su amor y su mejor intención) ya tienen una idea de quién soy, y por lo tanto de quién voy a ser como madre. 

Esto tiene que ver con mi identidad y también con sus identidades. Todas se ponen en juego porque las identidades están interconectadas. 

Mis seres queridos tienen una muy idea definida de quién soy, una idea bastante estática, y tienen una idea también de quiénes son ellos en relación a mí. Y es que para las personas muy cercanas, mi identidad define la suya también.



Lo interesante en este punto es lograr ver esas expectativas de los demás y el efecto que tienen en mí, para poder vivir de manera más libre mi identidad. Porque esas expectativas, más o menos conscientes, siempre van a estar. El punto está en ver qué puedo hacer yo con ellas.

Las expectativas de los demás sobre nuestra identidad a veces nos llevan a tener miedo de ser quienes somos realmente, a mostrarnos tal cual somos y a actuar en base a eso.

Muchas veces nuestras dudas como madres surgen de no atrevernos a ser quienes somos. No nos atrevemos a seguir a nuestra intuición, a escuchar al cuerpo, a escuchar al corazón. Y entonces andamos por ahí buscando respuestas en el afuera, buscando el manual de instrucciones de la Madre Perfecta, cuando el verdadero trabajo es mirar hacia adentro y confiar en esa voz y en nuestras capacidades.

Recordarnos que la identidad no es estática, que cambia todo el tiempo, nos ayuda a vivirla de manera más libre. Saber que todo el tiempo cambiamos nos anima a mirarnos cada vez con nuevos ojos, a animarnos a cosas nuevas, a sorprendernos. 

Durante el embarazo y el posparto se dan procesos muy profundos de transformación, y si estamos muy “apegadas” a nuestra identidad, si estamos muy quietitas y no nos animamos a dar ni un paso en falso, los cambios nos van a costar más. La maternidad es un gran sacudón a la identidad, y seguramente a partir del embarazo muchas cosas se pondrán en movimiento, lo queramos o no. Se moverán las bases mismas de la identidad, el suelo va a temblar…



Yo te invito a aprovechar la invitación y a empezar a hacerte preguntas sobre esa identidad, que parece tan estable, tan segura. Y si ya estas viviendo el movimiento, te invito a abrirte a él, y a ver si podemos aprender a danzar con el temblor…

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