Durante el embarazo, generalmente no tenemos información sobre el colecho. La imagen idealizada del cuarto del bebé (en donde necesariamente hay una cuna) y algunos prejuicios heredados sobre los riesgos de compartir la cama con nuestros hijos pueden influir en nuestras decisiones. Además, seguramente carecemos de referentes cercanos o recuerdos propios que nos hablen de un colecho feliz, pleno, sin culpas ni tabúes.
En el primer año de vida de nuestros bebés, descubrimos que la cuna es menos idílica de lo que imaginamos. Los misteriosos pinchos invisibles que despiertan al bebé al acostarlo en ella pueden llevarnos a reconsiderar nuestras opciones. Es entonces cuando muchas madres y padres, como si estuvieran descubriendo la pólvora, encuentran que el bebé duerme mejor en contacto directo con ellos.
El colecho, en la mayoría de los casos, no se planifica; simplemente sucede. Generalmente, es la propia necesidad de dormir de los adultos que se impone.
Compartir o no la cama con el bebé, es la libre elección de cada familia. Cuando ocurre, es vital abordarlo con los recaudos necesarios, sin culpas y disfrutándolo como uno de esos momentos únicos de la crianza.
¿Es el fin de la cuna? ¿Nos convertimos en la generación del colecho? Mientras estas preguntas rondan en nuestra mente, es esencial que las mujeres embarazadas sepan lo siguiente:
- La cuna y el colecho son opciones válidas. Ambas tienen aspectos positivos y negativos, y ambas son seguras si se respetan ciertas pautas.
- No hay una opción indiscutiblemente mejor o peor. Cada familia elige según sus preferencias y necesidades, sabiendo que estas pueden cambiar con el tiempo.
Ahora bien, es importante recordar que el contacto estrecho entre la madre y el bebé después del nacimiento tiene beneficios significativos:
- Ayuda a regular la temperatura corporal del bebé, estabilizar su frecuencia cardíaca y respiración.
- Facilita la lactancia materna.
- Reduce el estrés de mamá y bebé.
- Promueve el vínculo emocional.
- Produce placer.
El contacto estrecho es lo que el bebé espera encontrar al salir del útero y está programado en su fisiología y en la de la mamá. Más que hablar de beneficios, deberíamos hablar de los riesgos de interrumpir estos procesos naturales.
Consideraciones para un colecho seguro:
- Nunca dormir en un sofá.
- El colchón debe ser firme y liso: prohibidos los colchones de agua, aire o muy mullidos.
- Asegurarse de que el bebé no pueda caerse de la cama o quedar atrapado entre la cama y la pared.
- Asegurar una buena temperatura de la habitación y del bebé: que no haya demasiada calefacción, y que el bebé no esté demasiado vestido (en general, el riesgo suele ser que tenga demasiado calor, y no que pase frío).
- No dejar objetos sueltos en la cama que puedan representar un riesgo de asfixia (esto vale también para la cuna): nidos, reductores, almohadas, peluches, mantas pesadas, etc.
- Asegurarse que nada cubra la cabeza del bebé.
- Evitar el colecho con mascotas.
- Si un niño mayor comparte la cama, un adulto debe dormir entre el niño y el bebé.
Es crucial que el bebé no duerma con un adulto que fume, haya consumido alcohol o drogas, o tenga alguna enfermedad o condición que afecte su conciencia y capacidad de respuesta.
Para más información detallada sobre el colecho seguro, puedes consultar las recomendaciones de UNICEF aquí.
Conclusión: el colecho es una elección personal que debe abordarse con conciencia y responsabilidad. Al comprender sus beneficios y riesgos, cada familia puede tomar decisiones informadas para brindar lo mejor a su bebé.